sábado, 8 de abril de 2017

Writing's on the Wall | Capítulo 6


Buenas noches estrellitas azules, semana santa ya está aquí, es decir... ¡podré dormir! Al menos durante unos días, necesito recuperar fuerzas.
Los profesores creen que los alumnos solo hacen su asignatura, así que estoy llena de trabajos, quiero morir (?) Pero antes de esto, vine con un nuevo capítulo de WOTW. Este es súper decisivo, así que estad atentos a cada palabra que leáis.

Disfrutadlo~

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Si quieres leer, dale a...

CAPÍTULO 6

El día de la operación había llegado. Jinmyung decidió que distraerse era lo mejor, tanto para su cuerpo como para su mente. Necesitaba estar animada, seguir viendo las cosas como lo había hecho hasta ese momento. Estaban a viernes, y comenzaba a nevar de nuevo. El frío se colaba por debajo de la ventana, moviendo el borde de las cortinas, y a pesar de que las ramas de los árboles que había en el patio del hospital empezaban a quedar blancas, continuaba viéndose el sol brillar en lo alto del cielo. Una lástima que a las cinco de la tarde ya comenzara a oscurecer. La joven no era partidaria del invierno.

   —No puedo salir a pasear con este tiempo— una voz femenina apareció por la puerta, dejando ver a Hwayoung sacudiendo su paraguas —¿qué tal estás? Hoy es el gran día— desde el momento en que la mayor decidió pagar la operación de la joven Jinmyung, las tardes de entre semana se habían vuelto más alegres. La morena iba a visitarla siempre que podía, colándole unos dulces por debajo de las sábanas de su cama para que la doctora Park no se enterara de ello.
   —Estoy muy asustada—.
            —¿Por qué? Vamos, todo va a salir bien— la recién llegada se sentó al borde de la cama y acarició los mechones de la menor, peinándolos. Habían crecido bastante en muy poco tiempo.
            —Pero, ¿y si no despierto?—.
            —Vas a despertar.
            —¿Y si mi cuerpo no acepta ser operado y deja de responder?—.
            —No dejará de responder, estoy segura que todo irá fenomenal. Recuerda que te operará Shin… la doctora Park—.
            —Pero…—.
            —Vamos, anímate, ¿sino quién cuidará del tierno BingBing?—.
            —¿Tú?—.
            —¿Yo?— Hwayoung se puso a reír —pobre animal, si de mí dependiera haría tiempo que estaría en un lugar mejor—.

Con cuidado la mayor sacó el plástico que envolvía la caja de dulces de chocolate espolvoreados con azúcares de distintos colores y se comió uno, limpiando sus labios con la yema del dedo índice.

   —Me recuerdas a mi hermana— Jinmyung no podía comer nada antes de la operación y su estómago no dejaba de rugir, se estaba muriendo de envidia.
            —¿A Hyoyoung?—.
            —Sí, ella era como tú. Muy alegre, tan diferente a mi… tan hermosa— suspiró, esbozando una sonrisa en sus labios —e igual de torpe que tu—.
            —¿Estás segura de que no exageras?—.
            —No lo hace— una tercera voz se sumó a la conversación, era Shinhye —creo que su hermana era más torpe que tu—.
            —¿Y usted como lo sabe?— la recién llegada había estado escuchándolas tras la puerta, dejándose llevar por el rumbo de la conversación al entrar. Nadie en el hospital sabía de su gusto por las mujeres, de hecho, después de la muerte de Hyoyoung pidió que al cambiar de especialidad pudiera también cambiar de hospital. No se atrevía a operar a los pacientes en el mismo quirófano donde su pareja murió, simplemente el sentimiento de frustración la superaba hasta el punto de ponerse a llorar. No era una mujer tan fuerte como aparentaba ser en realidad —¿doctora Park?— la voz de la menor la trajo de vuelta al mundo real —se ha quedado en trance—.
            —Lo siento, ¿qué decías?—.
            —Quería saber por qué usted conocía a la hermana de Hwayoung— la doctora volvió a quedarse en silencio, ¿se lo podía decir? ¿Jinmyung era de fiar, verdad? Sí, sí lo era.
            —Te lo diré cuando despiertes—.
            —Pero…—.
            —Pero nada, vine por qué es la hora—.
            —¿Ya?— preguntó incrédula Jinmyung.
            —Todo irá bien, confía en la doctora Park— comentó Hwayoung, dándole un fuerte abrazo a la rubia que temblaba sobre la cama —te veré cuando despiertes—.
            —Espérame—.
            —Lo haré—.

El miedo se apoderó del pequeño cuerpo de la enfermera, haciéndole sentir mucho frío al entrar en el quirófano. La dichosa bata que llevaba no ayudaba en nada a que dejara de temblar. Su corta vida comenzó a correr por delante de sus ojos: sus padres, su primer diez en un examen, el hurón que encontró perdido entre unos matorrales, sus tantos intentos frustrados de sacarse el carné de conducir, sus primeras galletas comestibles, sus tardes libres en el parque donde solía dejar volar su imaginación y dibujar cualquier tontería en su bloc de notas, su primer amor, su primer cigarro,… Se puso a llorar antes de que la anestesia la ganara, sintiendo que sus ojos se cerraban llenos de escozor por las lágrimas. Su corazón latía muy rápido, podía notar las palpitaciones en su cuello, en sus muñecas, en su cabeza. Toda ella era un manojo de nervios y ansiedad; sentía que seguía despierta, y podía verse a sí misma tumbada en una camilla de quirófano. Levantó la mano, alguien la agarró, acariciándola. ¿Quién era? ¿La doctora Park, algún asistente, Hwayoung?

   —Vamos a empezar— escuchó la voz de la doctora y una puerta cerrarse en la lejanía, creando un eco metálico que se perdía en sus oídos. Parecía que el ruido fuera a fundirse con la pared de sus tímpanos, era algo que nunca terminaba de desaparecer. Un molesto pitido.
            —La anestesia ya ha hecho efecto—.

¿Cómo podía parar aquella agonía? Estaba flotando pero a la vez sentía que poco a poco iba cayendo a un abismo que no tenía fin, un abismo lleno de oscuridad. No había ninguna luz al final de aquella caída infinita que la guiara, pero sí una que se alejaba cada vez más de su espalda, a una velocidad tan vertiginosa como nauseabunda. Un olor extraño la mareó, obligándola a cerrar los ojos para evitar así buscar el causante de aquél desagradable hedor, cada vez más insoportable.

   —Bisturí— escuchaba voces, algunas desconocidas, otras distorsionadas como si hablaran a través de un monitor.

Monitor… el pitido de sus latidos se mezclaba con el molesto ruido en sus oídos, la puerta metálica nunca llegaba a cerrarse del todo, siempre estaba abierta, como si fuera una señal de que debía escapar de aquél infierno. Jinmyung entró en ese hospital para ayudar a las personas, no para que la ayudaran a ella. No, no quería seguir allí, tenía que irse, necesitaba irse.

   —Doctora, su presión arterial ha empezado a bajar— alguien parecía nervioso, era la voz de una mujer que no lograba identificar. No solía relacionarse con las asistentes de los quirófanos, ella era más de llamar a pacientes y asistirles en lo que los doctores les dijeran. Era “la chica de los recados” del hospital, pero le gustaba ser de ayuda, ella solo quería eso, ayudar, conseguir dinero para que sus padres pudieran vivir mejor y sentir que la presión de saber si estaban siendo bien o mal cuidados desaparecía —sigue bajando— quería mover las manos, alzarlas, buscar contacto humano para sentir que el abismo por el cual caía dejaba de existir, ¿o acaso estaba cayendo en la nada infinita? Eso la asustó más.

No escuchaba la voz de la doctora Park, ¿dónde estaba, no era ella quién la estaba operando? No podía ser, ¡la habían engañado! ¡Pero si antes la había escuchado entrar! Un peso enorme se acomodó sobre ella, le impedía moverse o gritar, pero sobretodo le impedía respirar. El mareo de antes regresó, aunque ahora ya no era a causa del extraño hedor, era porque sentía que algo quería que dejara de vivir. ¿Ya está? ¿Aquí se acababa todo?

   —Succión— el ruido metálico de la puerta se mezcló con el sorbo del tubo de plástico, quizás estaba perdiendo mucha sangre —ve con cuidado— sintió una punzada en su pecho, agónica y dolorosa, pero de repente todo acabó, llegó una calma extraña, regresó la calidez que tanto había añorado. ¿Cuánto tiempo llevaba cayendo, por qué no tocaba el suelo? ¿Dónde estaba la luz que la despertaría? Quería encontrarse con la doctora Park, agradecerle que hubiera cuidado de ella todo este tiempo; quería que Hwayoung volviera a abrazarla y así poder comer de nuevo esos dulces escondidos bajo las sábanas; incluso quería reencontrarse con el pesado del doctor Kim, ese molesto hombre que siempre le robaba lo que bebiera, fuera lo que fuera. Nunca se atrevió a gastarle la broma de ponerle laxante en la bebida, quería hacerlo al despertar.

   —¿Qué hay de la temperatura corporal?— aquella era la voz de la doctora Park, estaba segura.
            —Correcta.
            —¿Y su presión arterial?—.
            —Ha vuelto a la normalidad, pero su frecuencia cardíaca no es…—.
            —Lo estoy viendo, asegúrate de hacerle una angiografía al terminar— Shinhye chasqueó la lengua bajo la mascarilla de color azul, algo no acababa de ir bien y eso la estaba poniendo nerviosa y de muy mal humor. Sus manos comenzaron a temblar, tuvo que separar el bisturí del pecho abierto de Jinmyung donde había quitado tan solo la mitad del coágulo, el muy maldito estaba tan enganchado a la pared de la arteria coronaria izquierda que la doctora Park comenzó a sentir que no iba a poder con aquello, su mente no estaba concentrada totalmente en la operación.
            —¿Se encuentra bien?—.
            —Sí— mintió, acercando de nuevo el bisturí hacia el coágulo —pon un poco más de luz, por favor— pero algo no fue bien, de repente un chorro de sangre salpicó contra la cara de la doctora Park y la presión bajó en picado, provocando que las máquinas comenzaran a pitar como locas —no dejes de succionar—.

• • •

Estar esperando en una de las incómodas sillas del hospital solo provocaba en ella una angustia muy molesta en la boca de su estómago, así que decidió pasarse por la cafetería del hospital y subir las escaleras hasta llegar a la azotea, esperando bajo la nieve. Al menos ya no hacía falta abrir el paraguas, los copos se derretían antes de llegar al suelo. Había varia gente en el lugar, no sabía si ellos también esperaban algo o si simplemente estaban disfrutando de su tiempo libre, fuese lo que fuese Hwayoung se agradeció a si misma subir hasta lo alto del edificio, pudiendo disfrutar así de un Seúl nevado como pocas veces lo había visto.

Su delicada salud le hacía viajar hasta lugares más cálidos, siempre le habían dicho que el frío podía perjudicarle la circulación de la sangre en ciertas zonas del cuerpo, y a veces cuando se olvidaba de la chaqueta ya temblaba de miedo pensando que le ocurriría algo malo.

El vaso de cartón humeaba entre sus manos, provocando que su piel se erizara. Le encantaba esa sensación, sentir que a través de sus manos calientes la temperatura en su cuerpo se mantenía estable. Dio un pequeño sorbo notando aún la sacarina mal mezclada con el café con leche, debería haber dado un par de vueltas más con el palito de plástico antes de tirarlo a la basura. Se preguntaba cómo estarían yendo las cosas unos pisos más abajo, en el quirófano número 9. Una corriente de aire movió sus cabellos, dejando su cuello al descubierto. Con cuidado dejó el vaso de café en el suelo y agarró del interior de su bolso un pañuelo de color azul, cubriéndose el cuello con este. Al agarrar de nuevo el vaso y volver a beber, se sintió más tranquila.

Le habían dicho que la avisarían cuando la operación terminase, ¿cuánto rato llevaba esperando? Arregló el pañuelo de su cuello y buscó el teléfono móvil en el bolsillo de su chaqueta negra, la cual no se había quitado desde que había entrado a ver a Jinmyung. Habían pasado un par de horas desde que se despidió de ella, no debía faltar demasiado. Al terminar el café bajaría hasta la sala de espera y volvería a sentarse en una de aquellas incómodas sillas, pero cuál fue su sorpresa al ver que, cuando llegó al lugar indicado, la puerta que daba acceso al pasillo de los quirófanos estaba entreabierta. La curiosidad pudo con ella, y cuando se percató de que nadie la estaba mirando, se coló, caminando por aquella ala del hospital.

Las puertas de los quirófanos estaban una al lado de la otra, 6, 7, 8… cuando encontró la número 9 escuchó un grito proveniente de ese mismo quirófano. Probablemente si abría la puerta estaría en problemas, pero antes de poder pensar en lo que estaba haciendo su mano ya la había empujado, encontrándose con Shinhye arrodillada en el suelo, llorando y sosteniendo una de las manos inertes de Jinmyung.

   —¿Shin…?— se atrevió a preguntar, llevándose gritos por parte del personal que le repetían una y otra vez que allí no podía estar —¡Shinhye dime qué ha pasado!— la doctora Park simplemente giró la cabeza mirando a Hwayoung, mostrando su rostro y ropa manchados de sangre. En ese momento, justo en ese preciso instante, la menor se olvidó de cómo respirar.

2 comentarios:

  1. Estos últimos tres capítulos han sido demasiado para mi sensible corazón, demasiada intensa la historia; por eso es tan tan tan buena 💕

    Cuando lees el capítulo cuatro que es tan tenso y luego pasas al cinco y todo es tan relajado y bonito puedes intuir perfectamente que algo va a ocurrir; y así ha pasado.

    Voy a echar realmente de menos a Jimyung, no va a haber ningún personaje más entrañable, lindo y adorable que ella. Quedó realmente interesante el final, con la expectativa de qué es lo que sucederá ahora, tanto en la vida de Shinhye como en la de Hwayoung y la repercusión en la relación entre ambas.

    Estoy deseando continuar con esta historia, incluso sabiendo que voy a sufrir muchísimo con ella. Siempre manteniendo la expectación y creando feels Ajumma 💕💕💕

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    1. Me alegra que te hayan gustado tanto estos 3 últimos capítulos~ Ya te dije por wa, el 5 lo puse para que la gente se despistara y sufriera más con el 6, si es que soy una cabr*na (?)
      Espérate porque ahora empezará lo bueno de verdad, esto considéralo un prólogo dividido en capítulos (?) Espero que te sigan gustando tanto los próximos capítulos, muchas gracias por comentar <333

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