viernes, 9 de septiembre de 2016

La Chica de la Ventana | Prólogo


Buenas tardes lectores nerviosos, ¿cómo estáis?

Antes que nada, decir que lo que iréis leyendo estos días no se puede considerar comeback oficial ya que "Ayo GG!" sigue bajo reformas, pero para que la espera se haga más amena —y también porque yo tengo muchas ganas, todo sea dicho— empezaré a publicar algún que otro prólogo, empezando por el de este WheeSun. Disfrutadlo~

Título: La Chica de la Ventana
Parejas: WheeSun (Wheein x Solar)
Tipo: Yuri
Género: AU | Romance | Drama médico | Angst
Advertencias: Bullying, lenguaje grosero, muerte de personajes.
Notas: Agradecimientos a Lexy por su paciencia en hacerme esta maravillosa portada!
Estado: En proceso

Inicio del FanFic | Capítulo 1 (Próximamente)

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PRÓLOGO

"No vas a ser nadie en la vida, recuérdalo."
"¿Estás bien? Déjame ayudarte… ¡E-Espera! ¡No te vayas por favor! Te has dejado el pañuelo…"

            Para Wheein nunca fue fácil pisar Seúl. Ella siempre fue considerada la rara, la friki, la extraña. Le costó mucho adaptarse a la gran ciudad, más viniendo de un pueblo tan pequeño que ni siquiera salía en los mapas que no utilizaban tanto detalle. Su casa era un típico templo japonés, ella se había criado en el país Nipón, así que tenía la facilidad de hablar dos idiomas: japonés y coreano. Cerca de su habitación, casi tocando al cristal de su ventana, había un enorme almendro de ramas gruesas y oscuras que siempre le dejaba la repisa llena de pétalos rosados y blancos cuando era primavera. A veces dormía en casa de su abuela, y extrañaba mucho aquél árbol, porque vivía allí desde hacía generaciones y le encantaba el olor de sus pétalos. Era algo difícil de describir, pero si alguien lograba ver la sonrisa feliz en el rostro de la muchacha, lograban comprender lo mucho que significaba aquél majestuoso árbol para la joven. Sus clases en Seúl fueron horrorosas, desde el primer día hasta el último, sin descanso, sufriendo cada año lo mismo. El motivo por el que estuviera sola la mayor parte del tiempo era por eso, porque estaba harta de que las matonas de la clase lo pagaran con ella incluso siendo coreana de nacimiento. Corrían rumores de que los extranjeros tenían que pasar "pruebas" para que los dejaran en paz, pero ella no quería hacer ningún tipo de iniciación estúpida, no por ser coreana, sino porque no quería seguirles el rollo y ser una tonta más. Wheein era algo débil, pero no idiota. Por desgracia, la joven nunca tuvo la suerte de su lado, y lo entendió el día que la atraparon en los baños femeninos del segundo piso y a poco estuvo de no contarlo.

            Sabía que los nuevos en las escuelas lo tenían algo más difícil, pero nadie le había dicho que se iba a quedar parapléjica y con un grave derrame en sus pulmones que casi le costó la vida. Hubo algo o alguien que evitó que muriera, y por primera vez, la muchacha supo qué era la suerte.

            Pasaron meses antes no se atrevió a levantarse de la cama por si sola. El miedo de pensar que si volvía a encontrarse esas matonas acabarían con ella seguía grabado a fuego en su cabeza. Se vio reflejada con terror en los ojos de la líder de la pandilla mientras estas la golpeaban a base de patadas y con un palo de escoba que habían probablemente robado del cuarto de la limpieza situado al lado de la conserjería. Podía escuchar el sonido metálico contra sus huesos, contra su abdomen, contra su pecho… incluso contra su cabeza. Por suerte o por desgracia "solo" habían logrado romperle un par de costillas y perforado un pulmón, pero lo peor fue saber que probablemente no volvería a caminar nunca más.

            Probablemente.

            Un día, mientras miraba aburrida por la ventana, observó a lo lejos una joven de cabellos oscuros, casi negros, con la mirada triste, observando desde el tercer piso a los niños enfermos que corrían por los jardines del hospital durante su corto tiempo de recreo. Wheein siempre había gozado de una vista muy buena, y las lágrimas que vio caer de aquellos ojos no habían sido producto de su imaginación; tristemente la chica misteriosa estaba llorando.

            ¿Se puede pasar? Unos golpecitos en la madera de la puerta hicieron que la chica se girara, sonriéndole a la mujer con bata blanca que cada mediodía venía a visitarla ¿Qué haces levantada tan temprano?.
            Unnie, son las 12, no es tan temprano Wheein se rió.
            Ah, cierto. Dime, ¿dormiste bien? Traigo buenas noticias.
            Dormí muy bien. ¿Qué noticias?—.
            Esta tarde vas a empezar tus sesiones para que tus piernas recuperen la función de caminar. ¿Qué te parece?.
            ¡¿De verdad?! ¡Eso es genial! Deslizó las manos por las ruedas de su silla y se acercó prácticamente derrapando hasta abrazar a la doctora que le correspondió al momento.
            ¿No están gritando mucho los niños hoy? La mayor se separó de Wheein para ir a cerrar la ventana, pero un tirón en su bata le hizo parar a media acción.
            Unnie, ¿quién es esa chica de la ventana? La castaña señaló tímidamente tras ella hacia la hilera de ventanas que daban a su derecha hasta que su dedo alcanzó la figura de la misteriosa joven triste que seguía llorando.
            Oh, esa es Yongsun, lleva mucho tiempo en aquella habitación.
            ¿También va en silla de ruedas? Los ojos oscuros y grandes de la menor mostraban la curiosa inocencia y la pureza de una niña.
            Sí, pero su caso es un poco diferente al tuyo. Llegó al hospital por sus propios medios, cargando sobre ella a una chica que ya no respiraba desde hacía minutos. Todavía no entiendo como nadie las ayudó, no pasaban desapercibidas precisamente. Yongsun tuvo un accidente de coche, sé que ella conducía y que la chica que la acompañaba era una amiga suya, pero ella no estaba entre los casos que debía atender, así que solo hemos hablado en ocasiones puntuales. La mujer acarició la cabeza de Wheein como si se tratara de su hija pequeña, sonriéndole con ternura, ¿Por qué no intentas hablar con ella cuando vayas a la sala de recuperación? Seguro que le caes bien besó su frente y se fue de la habitación, no sin antes señalarle la bandeja de comida que le había llevado al principio de su conversación.

            Horas después de haber sufrido con la horrorosa comida, la muchacha de cabellos castaños estaba siendo conducida hacia la primera planta, allí donde se encontraban las salas de recuperación. Cuál fue su sorpresa cuando en un rincón vio a la nombrada Yongsun siendo tratada para colocarle una prótesis de pierna; la joven se esperaba cualquier cosa menos esa. Era la primera vez que veía una pierna amputada desde tan cerca, y por la cara que ponía la morena, no es que le gustara demasiado que la vieran así. Se veía alguien fuerte, segura de sí misma, pero orgullosa, muy orgullosa; tanto como para estar de tan mal humor mientras le tocaban constantemente el muñón. En ese momento Wheein no pudo evitar tocarse las rodillas, intentando imaginarse lo que sería no tener piernas.

            ¿Lista? Preguntó la doctora llevándosela frente a una pequeña rampa con barandas a ambos lados Lo primero que debes intentar es mantenerte de pie. Agárrate a mí para dar los primeros pasos y luego sujétate a estas barandas, te serán muy útiles para poder caminar.
            Tengo miedo Comentó la menor mirándola algo asustada mientras sentía que la levantaban de la silla ¿Y si me caigo?
            No te preocupes, yo estoy contigo. ¿Empezamos?.
            V-Vale….

            Al ser alzada, la joven comenzó a recordar la vista más alta que siempre había tenido; no es que destacara mucho en altura, pero ya no se acordaba de cómo era mirar las cosas estando de pie. Hasta ese momento nunca se había levantado del todo. En la ducha se agarraba al cuello de una enfermera mientras la otra la limpiaba, pero estaba tan pendiente de no resbalar que ni siquiera se había dado cuenta de que habría podido mirar las baldosas del baño desde una perspectiva diferente. En ese instante sintió que todos la miraban como si hubiera ocurrido un milagro: gente de su misma planta le sonreía, había incluso una niña con el mismo percance que Yongsun que le estaba aplaudiendo, pero la muchacha que quería que le hiciera caso seguía sentada en su silla de ruedas, negándose a levantarse para probar la prótesis temporal.

            Wheein, concéntrate. Mírame Pronunció la doctora llevándosela al inicio de la rampa, sujetándola por la cintura mientras la joven se agarraba a las barandas. Voy a estar frente a ti todo el rato. No mires abajo, mírame a los ojos, ¿entendido? La muchacha asintió, haciendo fuerza con sus brazos para no caer al suelo. Vamos a dar el primer paso Con leves temblores la chica de cabello castaño no pudo evitar mirar como su pierna efectivamente comenzaba a moverse. Su sonrisa se ensanchó, levantando el rostro para encontrarse con los bonitos ojos de la doctora, la cual le miraba con orgullo mientras poco a poco fue separando las manos de aquella cintura, poniéndole un nivel un poco más difícil a la muchacha que apenas podía contener las lágrimas de emoción. Oye, no me llores que no llevo pañuelos encima ahora—.
            ¡Unnie! No estropees el momento.
            ¿Quieres probar tu sola?—.
            Está bien—.

            Lentamente, las manos de la mujer se despegaron por completo de Wheein, dejando que esta se tambaleara sola mientras intentaba levantar las manos de las barandas, concentrándose por completo en que sus piernas no le fallaran. Le costó encontrar el punto exacto, pero logró alzar sus brazos hacia arriba sintiéndose equilibrada y confiada de nuevo. Por desgracia, las cosas no siempre tenían el desenlace que la gente quería, y la muchacha se asustó cuando empezó a sentir que su cuerpo caía hacia atrás.

            ¡Unnie! La doctora, que se había quedado charlando con otra de sus pacientes, alzó la cabeza e intentó agarrar las manos de la muchacha que pedía ayuda, pero sus dedos resbalaron, viendo sin poder remediarlo como esta daba torpes pasos hacia atrás hasta chocar con Yongsun, cayendo ambas al suelo. La sala se quedó en silencio, mirando a ambos cuerpos que yacían en una posición más que incómoda; lo único que podía escucharse eran los leves quejidos de la morena por haber sido la sorprendida con aquél choque, quedando bajo el cuerpo de la torpe Wheein.
            ¿Estáis bien? La mujer encargada del cuidado de la menor se acercó corriendo, intentando mantenerse serena a pesar de saber que la bomba iba a estallar. ¿Os habéis hecho daño?
            —Au… mi cabeza— La castaña fue la primera en levantarse, sobando sus sienes algo mareada por el repentino susto. La caída en sí no fue fuerte, pero en topar con alguien y clavarse algo metálico en la espalda le había hecho daño. Sentía su cabeza palpitar en la zona derecha de este, justo como siempre le pasaba al saber que había metido la pata. Wheein no se sonrojaba ni solía tartamudear, pero la vergüenza se mostraba en los constantes bombeos de sangre en su cerebro, obligándole a no dejar de masajearse la cabeza por un buen rato.
            —Sal de aquí— Unas manos huesudas y frías se posaron en su espalda, empujándola con algo de fuerza. —Me estás aplastando—.
            —¡P-Perdón!— La joven se giró al instante, dejando su peso apoyado en las rodillas. —Lo siento, soy un desastre—.
            No me digas. ¿Te costó mucho descubrirlo? Yongsun fue levantada como aquél que levanta una pluma y la menor se dejó llevar por la doctora.
            Oh, esto es… La mano de la castaña se acercó con lentitud al cuerpo de la mayor y rozó con la yema de sus dedos un delicado y transparente pañuelo de flores enrollado en la muñeca de la contraria. ¿De dónde…?—.
            ¡No lo toques! Gritó la muchacha de cabellos negros. ¡Mis cosas no se tocan! Tomó su propia muñeca haciendo gestos como si limpiara lo que Wheein había ensuciado con sus manos blancas y esta bajó la cabeza, suspirando con tristeza.
            Lo siento… Yo solo…—.
            Cállate Sentenció la otra muchacha. Esta se sentó en su silla de ruedas y prácticamente se quitó de un tirón la prótesis que llevaba en su pierna, tapando la mitad inferior de su cuerpo con la manta que yacía colgada en uno de los reposabrazos de su silla. Esta es una casa de locos. Me voy. ¡Me voy!—.

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