domingo, 16 de abril de 2017

Writing's on the Wall | Capítulo 7


Buenas tardes cachorritos gorditos, ¿qué tal estáis?
La semana santa se acaba y me quedan todavía dos trabajos que pulir e imprimir, pero para vosotros saco tiempo de donde sea porque sí, porque me da la gana (?) Hace solo una semana dije que podría dormir, y mañana es el último día que podré hacerlo, desgraciada de mi.

Hablando de cosas más importantes, el séptimo capítulo de WOTW ya está aquí, así que, os dejo con él~

¡Disfrutadlo!

Capítulo 6 | Capítulo 7 | Capítulo 8

Si quieres leer, dale a...

CAPÍTULO 7

Shinhye miró como su mano palpitaba. Sus dedos temblaban. Había abofeteado a Hwayoung, no entendía cómo había podido llegar a ese extremo, ella nunca usaba la violencia gratuita, o bueno, casi nunca. Con miedo tragó saliva y sintió como cada lágrima que escapaba de los ojos de la menor era una patada en la boca de su estómago. Sus dedos sucios de sangre se habían deslizado por la piel blanca y hasta virginal de Hwayoung de forma rápida y dolorosa, la mayor se quedó en estado de shock después de percatarse que sí, había abofeteado a la morena tras discutirse. Sintió miedo de sí misma, ella no era una persona que maltratara a la gente, ella era una doctora, alguien que salvaba vidas… ¿verdad?

   —Ahora veo qué tipo de persona eres en realidad— masculló Hwayoung sintiendo el sabor metálico de la sangre rozar su lengua. La bofetada había hecho que se mordiera el labio, provocando un ligero sangrado —no entiendo como Hyoyoung pudo estar contigo, eres despreciable—.
            —No metas a mi ex-novia en esto—.
            —Antes que tu novia era mi hermana, alguien que podría estar aquí ahora mismo si no fuera por tu culpa—.
            —¿Mi culpa? ¿Qué demonios estás diciendo?—.
            —Estoy diciendo la verdad, ¿o piensas que no sé que no te atreviste a decirle que tenía un tumor en el cerebro? Ella y yo lo compartíamos todo, me hizo creen en ti, pero veo que solo sabes apuñalarnos por la espalda—.
            —Basta…—.
            —¿Basta? ¡Acabas de matar a Jinmyung! ¡La has asesinado!—.
            —¡No!—.
            —¡Todo esto es por tu culpa!— con la poca fuerza que tenía en sus manos tras el susto de ver el cadáver aún caliente de la enfermera, Hwayoung agarró el cuello de la camisa de la castaña, acercándola a su rostro —vas a pagar por ello, lo juro— la soltó.
            —¡Hwayoung, Hwayoung espera! ¡Ha sido un error!— la morena no la escuchó.

De repente el hospital se había vuelto un lugar hostil, Shinhye sentía la presión de todas las miradas sobre ella y la necesidad de escapar. Quería huir, salir de allí y no volver nunca más. Miró sus manos ensangrentadas, temblorosas y sudadas, acababa de matar a Jinmyung, ella era la única culpable. Debería haber pedido que alguien la reemplazara cuando los nervios comenzaron a dominarla en medio de la operación, mintió para no preocupar a su personal pero, ¿a costa de qué? De una vida. La castaña desapareció corriendo hasta su despacho y allí se encerró, cayendo de nuevo sobre sus rodillas para llorar como hacía años que no lloraba. Si no hubiera sido tan egoísta… pensó.

Su teléfono sonó, no se atrevía a sacarlo de su bolsillo pero deducía quién era: el director Hong. Sabía lo que pasaría ahora, lo que tendría que aguantar, lo que dirían de ella en todos sitios como si solo hiciera eso, equivocarse. Lo había estado haciendo bien, se había ganado la fama de ser una buena doctora, y ahora, con el escándalo de Hwayoung, la bofetada y la muerte de Jinmyung, podía sentir las palabras de los demás recorriendo su espalda como si fueran dedos gélidos, dispuestos a estrangularla.

• • •

El hombre la miró por el retrovisor, respirando de forma incómoda.

   —Oiga señorita, ¿no debería ir a un hospital?— se atrevió a preguntar, volviendo los ojos a la carretera cuando notó el sudor frío de estar siendo observado —d-digo parece heri…—.
            —Calle y continúe conduciendo, le pago para que me lleve, no para que me haga preguntas— el hombre carraspeó.

Las yemas de sus dedos tamborileaban inquietas sobre su muslo mientras pensaba en si llamar o no. Lo último que le faltaba para que su día fuera aún peor era que él reaccionara de forma violenta, aunque al mirar la hora en su reloj de muñeca dedujo que estaría más ocupado bajo las sábanas junto a Sohee que no preguntándose por su prometida. Al final decidió llamar, sorprendentemente solo necesitó dos timbres antes de que el muchacho de ojos claros descolgara.

   —Adam, deberías esperarme en la entrada, no me aguanto de pie— mintió, poniendo un tono frágil en su voz —Shinhye me ha pegado— no estaba diciendo ninguna mentira, pero sabía que hablando de esa manera tendría a Adam esperando en la puerta como un perro fiel.

Y así fue, nada más bajar del taxi el muchacho tiró varios billetes por la ventana del auto como para dejarle buena propina al conductor y agarró a su prometida en brazos, llevándosela hasta el interior de la mansión. Sohee y un par de criadas los siguieron. Qué raro, Adam no olía a mujer como otras veces, ¿habría estado trabajando de verdad? La morena suspiró, apoyando la cabeza sobre el pecho fornido del chico.

   —Dime qué ha pasado— con suavidad la dejó sentada en su cama y esperó a que una de las criadas quitara los restos de sangre seca de su rostro. No había ninguna herida visible, pero el golpe seguía latiendo —¿por qué te pegó?—.

Hwayoung le contó la situación, observando como los puños del joven se iban cerrando cada vez con más fuerza, la muchacha tenía miedo de que aquellas grandes manos acabaran contra su cara, pero esta vez no fue así, Adam no golpeó nada.

   —Esa maldita perra… lo pagará caro—.
            —Eso le dije yo—.
            —Y lo hará, créeme— el joven se sentó al lado de su prometida y acarició una de sus mejillas —me encargaré de que pierda aquello que más ama—.
            —Quiero salir a pasear— el repentino cambio de tema hizo que Adam parpadeara sorprendido, mirándola —¿qué pasa? hace mucho que tú y yo no damos un paseo— Hwayoung agarró una de las manos del muchacho, haciendo que dejara de mantenerlas tensadas —no sé si…—.
            —Lo siento, hoy no puedo— la morena suspiró —pero puedes ir con Sohee, creo que con estos temas la compañía femenina te iría mejor—.
            —¿Te pasó algo bueno hoy?—.
            —No, ¿por qué lo preguntas?—.
            —No sé, te veo muy comprensivo—.
            —Es solo que estoy preocupado por ti, nadie puede pegarte— solo faltaba que dijera “excepto yo” para que Hwayoung se pusiera a reír.
            —Está bien, iré con Sohee— la nombrada no sabía qué cara poner, no estaba acostumbrada a ese tipo de propuestas y las pocas palabras que normalmente salían de su boca no encajaban en el concepto de ser una compañía agradable para la señorita Ryu tras una pelea con Shinhye. Ni siquiera conocía a la doctora como para entender qué había pasado realmente —¿nos vamos?— la guardaespaldas asintió siguiéndola, trotando con sus cortas piernas tras ella para no perderla de vista.

Los primeros quince minutos del paseo fueron bastante incómodos, ninguna se atrevía a decir nada y tampoco sabían hacia dónde se dirigían. Hwayoung solo seguía sus pies, Sohee la seguía a ella, a una distancia considerable como método de seguridad.

   —Acércate— la mayor dio dos pasos, acercándose al cuerpo de la morena —un poco más— volvió a hacerlo —más— Hwayoung repitió aquella palabra hasta que por fin tuvo a la bajita a su lado —no voy a morderte, puedes estar tranquila—.
            —P-Pero Adam dijo que la distancia…—.
            —Yo no soy él— respondió con rapidez la menor. Suspiró y cruzó los brazos bajo su pecho, bajando ligeramente la cabeza para distraerse con el paso de sus propios pies —¿cuánto tiempo lleváis juntos?—.
            —¿Perdón?—.
            —Sé que os acostáis, no hace falta que finjas— la contraria calló —no voy a decir nada a nadie de esto, simplemente tengo curiosidad—.
            —Desde hace un mes y medio— confesó.
            —¿Te gusta?—.
            —Bastante—.
            —¿Qué te gusta de él?—.
            —Sé que le va a parecer una broma de mal gusto pero comparándolo con los hombres anteriores a él, parece un ángel—.
            —¿Alguien te trataba mal?—.
            —Muy mal… Adam me rescató al contratarme como guardaespaldas—.
            —Entonces te gusta porque le tienes aprecio, ¿es eso?—.
            —Podemos decir que sí, es eso—.

Hwayoung sintió una especie de sentimiento protector hacia la mujer de corta estatura. Sohee no hablaba demasiado, más bien era la reina de los monosílabos, pero parecía ser que algo invisible que cargaba en sus espaldas era lo que le hacía parecerse tanto a un robot, ¿sería mucho preguntarle qué fue lo que pasó? La menor pasó una mano por sus cabellos peinándolos hacia atrás y entró en un supermercado 24h, no se dio cuenta de que era el mismo supermercado donde compró la leche de plátano que acabó en manos de Jinmyung hasta ver el rostro del cajero. El muchacho le sonrió, Hwayoung solo hizo una reverencia y pagó, agarrando la bolsa de plástico con su compra.

   —¿Te gustan los columpios?—.
            —Nunca me he subido a uno— Sohee se asustó, parecía que acabara de decirle algo horrible a su protegida por la mirada que esta le dió —¿dije algo malo?—.
            —¿Cómo que nunca has subido a un columpio?— la morena no solía ser tan amistosa con el personal de la casa, de hecho muchos la tachaban de borde, mimada y maleducada, pero necesitaba airearse, sentir que podía contarle las cosas a alguien que no iba a abrir boca, y quién mejor que Sohee, la amante de su prometido —siéntate— casi por obligación la bajita se sentó en el frío columpio metálico y se dejó empujar, sintiendo que sus cabellos volaban hacia donde les daba la gana —tienes que mover las piernas hacia delante y hacia atrás para impulsarte—.
            —¿Y cómo paro?—.
            —Frena con tus pies, si los arrastras por el suelo pararás antes— lentamente se separó de ella y se sentó en el otro columpio.

Hwayoung se quedó mirando cómo Sohee se columpiaba, sonriendo al percatarse que ella no era la única que parecía transformarse en una niña cuando se columpiaba. La expresión de felicidad de la mayor le hizo sentirse más tranquila, quizás ella podría ayudarla a superar antes la muerte de Jinmyung. A veces se detestaba, su corazón era tan idiota que se encariñaba con todo el mundo, sufriendo cada vez que perdía a alguien.

   —Toma— de la bolsa del supermercado sacó un bote de leche de plátano, dándoselo cuando la contraria frenó —gracias por venir conmigo—.
            —¿Es para mí?—.
            —Pues claro, ¿acaso hay alguien más?— Hwayoung sonrió —me has hecho un gran favor acompañándome, no me gusta caminar sola cuando es de noche—.
            —Gracias— la voz segura de Sohee se transformó en un susurro nervioso, bajando la cabeza avergonzada —parece muy buena persona… ¿por qué está saliendo con un maltratador?—.
            —¿Lo parezco? Agh Sohee, creía que dirías que lo soy— se rió, era lo único que podía hacer. La otra opción era llorar, y no le apetecía hacerlo frente a una persona que ya la había visto suplicar tantas veces por su miserable vida.
            —B-Bueno, quería decir…—.
            —Es broma, Sohee, no te preocupes— la contraria suspiró nerviosa, jugando con el bote de leche de plátano entre sus manos antes de llevarse la pajita a la boca —no tuve elección, mis padres y los padres de Adam acordaron nuestra boda. A él le pareció estupendo, a mí no, pero parece ser que la opinión de una mujer cuenta poco en esta sociedad machista—.
            —¿Y por qué no rechazó la oferta?—.
            —Porque no era una oferta, era una obligación— sacó el paquete restante de la bolsa de plástico y lo abrió. Era jjondeugi, su chuchería favorita. Con mucho cuidado sacó una de las tiras anaranjadas y se la ofreció a su acompañante, relamiéndose los dedos azucarados en cuanto tuvo la ocasión —sigue siendo una obligación. Creo que es más fácil divorciarme de él que no separarme ahora que todavía no nos hemos casado—.
            —Así que aquí también suceden cosas de ese estilo… Creía que las familias ricas de corea del sur no eran tan retrógradas—.
            —Hay muchas que lo son, especialmente las que quieren mantener las tradiciones familiares. Mis padres se casaron por conveniencia también, y mis abuelos maternos igual— masticó una tira de jjondeugi, notando como la acidez y el ligero sabor a alcohol hacían que su boca se llenara de saliva, hasta le dolieron los extremos de la mandíbula inferior —ni siquiera se aman, yo debo ser muy soñadora pero no me gusta la idea de casarme con una persona que no amo y… espera, ¿no eres de corea del sur?—.
            —Le juré a mi madre no hablar de ello con nadie, pero creo que puedo confiar en usted— Sohee suspiró, masticando con tranquilidad la chuchería —nací en Pyongyang, soy norcoreana— una sonrisa extraña se esbozó en sus labios —escapé en un barco de carga, mi apellido ni siquiera es Kim, es Ahn, me lo cambié para distraer a los que me buscaron por semanas—.

Ambas se quedaron mirando el suelo, moviendo los pies de forma distraída sobre el charco de nieve marrón que había bajo la estructura del columpio. Hwayoung acarició las cadenas del incómodo asiento que la sujetaba y alzó la cabeza mirando el cielo, no se veía ni una sola estrella, probablemente esa noche volvería a nevar.

   —¿Puede prometerme que no le contará eso a nadie? No puedo arriesgarme, debe entender por qué Adam es como un salvador para mí, podría haber muerto de hambre en ese puerto si no me hubiera puesto a correr y él me hubiera casi atropellado con el coche—.

Hwayoung estiró el brazo hacia ella y alzó el dedo meñique.

   —Lo prometo si tú me prometes salir a pasear conmigo más veces—.
            —Lo prometo— la bajita sonrió, uniendo el meñique con el de Hwayoung.

Los minutos pasaron y ambas decidieron volver. A pesar de ser las doce de la noche, seguía habiendo mucho ambiente en la calle, especialmente en la zona de clubs y bares. En una de aquellas esquinas, Sohee vio como una caja de cartón se movía sola, tumbándose y dejando caer a un pequeño cachorro oscuro que temblaba de frío. Nadie parecía estar interesado en el animal, así que con el permiso de Hwayoung lo agarró, envolviéndolo con su chaqueta. Estaba sucio y parecía estarse muriendo de hambre, así que ahora sí, volvieron a toda prisa hasta la mansión.

   —¿Está bien si lo baño?—.
            —Es tuyo, puedes hacer lo que creas más conveniente con él— la morena le sonrió, arrodillándose junto a ella en el suelo del baño mientras veía a la bajita tratar con muchísima delicadeza al cachorro que parecía no tener más de un par de semanas —deberás ponerle un nombre—.
            —Es una chica— aseguró tras inspeccionar al cachorro, sintiendo que sus mejillas se volvían rojas de la ternura al ver la panza rosa del animal —Gea me gusta—.
            —Entonces se llamará Gea—.

2 comentarios:

  1. ¡BUAH! Ahora me he quedado con ganas de más...

    No me gusta el hecho de que se hayan peleado, Shinhye no tiene la culpa de que haya acabado Jinmyung así. Espero que haya conciliciaón de la buena.

    Y no sé, Adam no me gustó desde el princicpio, y ahora menos. Eso de que amenzace a Sinhye... ¡no! Menos teniendo en cuenta que no me fio y cuando menos nos lo esperemos, hará algo malo, me lo huelo (?).

    Siento no haberte comentando en el otro capítulo, pero es que no sé porqué no lo hice... xd. Espero compensar con este. Esta muy bien la historia, la verdad. ¡Me encantas! ¡La historia y tú!

    ¡Besitos! <3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Digamos que Hwayoung es una histérica y por eso las cosas han acabado de esta manera (?) Preocúpate mucho por Adam, porque ese hombre será un terrible dolor de culo, te lo bien aseguro xD

      No importa que no comentaras, yo soy la menos indicada para quejarme, que todavía no leí nada... tengo una lista infinita, algún día la empezaré, te lo bien aseguro è^é Pero eso sí, me alegro mucho de que te esté gustando tanto la historia, le estoy poniendo mucho amor y esfuerzo para que sea "agradable" (?) <333

      Cuídate~

      Eliminar